Yo, mi, me, conmigo

prima2

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Hoy reivindico el derecho a la soledad. No hablo de un onanismo antisocial exacerbado, no. Me refiero a la delicia y el arte de saber estar sólo y de disfrutarlo. En su justa medida y cuando es necesario.

Hay mucha gente que aborrece estar sola (y muchos de ellos ni siquiera lo saben). Llegar a casa, cerrar la puerta detrás de uno y escuchar el silencio puede ser un suplicio. De ahí que haya quien tarde menos de lo que canta un gallo en encender la tele o poner la radio: ruido, anhelado ruido para tapar el desasosiego interno.

A mí me pasaba. Tenía la necesidad de  llenar el tiempo, de hacer cosas, de estar con gente. Vamos, que lo mismo me daba por hacer un curso de macramé, que uno de pintar acuarelas con los pies. La cosa era no parar. No parar y no estar sola, porque es en esos momentos, cuando hay espacio para el silencio, cuando emergen  los miedos y los fantasmas. La soledad invita a mirar para dentro sin máscaras, a calzón quitado, y en ocasiones, cuando uno se mira al espejo no le gusta lo que ve  (y no hablo de las patas de gallo).

Conocerse y aceptar lo que hay es el primer paso para disfrutarse. Así, escrito en una frase, puede parecer moco de pavo, pero no lo es. O no lo fue por lo menos para mí. En mi caso, meterse dentro implicó ver aquello que no mostramos, que no nos gusta, que ni siquiera sabíamos que estaba.  Mirar a la cara a tú ogro particular no es plato de buen gusto, pero eso sí, una vez visto, es más fácil de llevar.

Conocerse, lado oscuro incluido, es un paso fundamental para poder estar a gusto con uno mismo, y por ende, con los demás. Y cuando uno empieza a estar bien solo, algo le pide que se dé más espacio.

A veces es difícil porque no es algo que se estile  en esta sociedad. Se lleva más el modo me apunto a un bombardeo.  Ante un contundente “quiero estar sola” muchas veces la respuesta es “¿Estás bien? ¿Te pasa algo? ¿Quieres que charlemos un rato?

El querer está solo se entiende como un síntoma de que algo no va bien. Todo lo contrario. La soledad es muy saludable. Incluso si se busca porque hay un problema, tristeza o una dificultad;  darse tiempo para hacer la digestión o para procesar la emoción, es bueno.

No nos cuesta responder a una llamada de teléfono, a una invitación para ir de paseo al campo, de cena con los amigos, pero si quien llama a nuestra puerta somos nosotros mismos… puff…en ocasiones nos cuesta recoger el guante.

El imán interno tira, como lo hace el externo, y responder a su llamada es útil. Estar con uno mismo ayuda a reponer fuerzas, a hacer balance, a procesar y digerir experiencias y emociones; ayuda  a recoger la cosecha de lo sembrado y a enderezar el rumbo cuando a uno le ha podido la inercia.

Es útil y es una gozada.

Yo estoy empezando a disfrutar de estar sola. Me ha costado años darme el espacio que necesito porque me daba miedo. Tenía miedo de mí misma.

Ahora practico, cuando así lo siento, el arte de estar sola, y lo disfruto.

En el silencio, creedme, hay muchos secretos ocultos sobre uno mismo y encontrarlos increíble. En el camino seguro que encontráis vuestro Darth Vader particular, pero también a vuestro Anakin Skywlaker.

Y además, si hay alguien con quien vas a estar por narices el resto de tu vida eres tú mismo. Más te vale empezar a llevarte bien.

 

 

 

2 comentarios en “Yo, mi, me, conmigo

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