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El nombre da un poco igual.
San Juan de la Cruz hablaba de la noche oscura del alma y la metáfora se ha utilizado en diferentes tradiciones espirituales para referirse a una fase de la vida marcada por la crisis, la soledad, la falta de rumbo o la pérdida de fe.
En la literatura la metáfora es la del vientre de la ballena. Acordaos de Jonás. Tres días allí metido. Un lugar oscuro, húmedo y sin salida aparente. O de Pinocho. Sin escapatoria.
Pero, lo dicho, el nombre da un poco igual. Ya sea la noche oscura o el vientre de la ballena, a lo que se refieren ambas expresiones es al momento de la vida en el que la mierda le sube a una más arriba de las rodillas. Es la sensación de estar empantanada en una ciénaga putrefacta, sin mucha capacidad para moverse y sin saber cómo diantres se ha llegado allí.
Todas y todos, quien más quien menos, hemos estado en el vientre de la ballena. Todas hemos tenido en la vida uno o varios momentos en los que avanzar parecía difícil y en los que rendirse al momento- duro, desesperante, caótico – no era plato de buen gusto.
Pues ahí estamos, pero esta vez todas juntitas. Esta sociedad atraviesa- virus mediante- su propia noche oscura del alma.
Se augura una tercera ola en la que va a emerger la afección que está teniendo en nuestra alma y corazón
Los datos hablan de un porcentaje de la población importante con depresión por la situación de pandemia que estamos viviendo y por el tremendo cambio que ha supues en nuestras vidas. Se augura una tercera ola en la que va a emerger la afección que está teniendo en nuestra alma y corazón.
Estamos viendo y mirando la factura tangible, pero la otra, la que no es tan visible, ya se empieza a palpar.
Y esta herida es difícil de curar.
¿Cómo se recupera la fe? La fe en la vida, en el misterio; llamémosle dios, diosa, energía o Gaia. Hablo de la fe en el sentido mismo de la vida; la fe en los hilos invisibles que nos sostienen y nos hacen bailar las notas de esta melodía, sea en un tempo allegro o en un melancólico adagio.
No tengo ni idea de por donde va a salir el sol. No sé cómo le vamos a dar la vuelta a la tortilla, ni cómo vamos a sanar las heridas. Tampoco sé cómo vamos a reaprender lo desaprendido: los besos, los abrazos, la vida sin miedos.
No sé cómo vamos a llegar ahí, pero sé que vamos a llegar y que lo haremos con algo aprendido. La gripe española de 1918 llevó a un profundo proceso de impulso y reorganización de la sanidad pública. Las sociedades avanzan a pasos agigantados tras las crisis, las guerras, las pandemias…Se buscan nuevas fórmulas. Se construye desde las cenizas y los cascotes. Surgen las aves fenix. Hay más sensibilidad y hermandad.
No sé cómo ni cuando va a ser. Estoy, como todos, en ese vientre de la ballena yo también metida y aquí, sin candela que prender, cuesta ver que habrá una salida. Pero siento que saldremos, no voy a decir más fuertes, pero quizá sí más blanditos y conscientes de nuestras vulnerabilidades. Más tiernos. Más enganchados a la vida
Saldremos y, solo espero que nos desgastemos la piel a caricias y a besos.