Dejar de fumar, hacer más deporte, comer más sano

¿Quieres escucharlo? Pincha aquí.

Tengo que confesaros una cosa. Soy como Dory (el pececillo de ‘Buscando a Nemo’). Tengo una memoria horrorosa. Quienes me conocen pueden dar fe de ello. Ocurre, en ocasiones, que rememoran cosas que nos han pasado y detectan que, aunque asiento con la cabeza (como si supiera de qué están hablando), en mi mente hay una o varias neuronas dando vueltas entre los baúles de recuerdos rebuscando como locas. “¡De qué coño están hablando!- gritan- ¿Y yo andaba por ahí? ¿Seguro?

Ocurre. He llegado a repetir lugar de escapada al mismo sintio (sin recordar que había estado, claro). Leer libros dos veces. En fin. Es lo que hay.

Olvido lo bueno y lo malo. Y eso es lo bueno y lo malo de la historia. No soy especialmente reconrosa porque olvido y lo malo pasa. Pero muchas veces añoro no recordar todas las cosas increíbles que me han pasado en la vida. Toda la gente bonita a la que he conocido. Lo que he ido aprendiendo en el camino.

Acabamos de inaugurar año y, ya sabéis, es época de balance; de mirar atrás y hacer revisión, y al margen de los clásicos de dejar de fumar, hacer más deporte y comer más saludable…hoy me ha atravesado otra imperiosa necesidad: dar las gracias.

Resulta que estaba sentada en el sofá de casa con el ordenador abierto y me he puesto a trastear en las redes sociales. He empezado a echar para atrás: a ver fotos y textos. Canciones compartidas que me han llevado a emociones vividas tiempo atrás. Sutiles tristezas y sonrisas. Amigos. Enfados y declaraciones de intenciones vitales. Cosas que no recordaba. El caso es que sin quererlo, he hecho un breve repaso del año y, antes de que me pudiera dar cuenta, una lagrimilla caía por mi mejilla y el pecho se me inundaba de una enorme gratitud.

No me suele ocurrir, la verdad. Me enfrasco en el día a día, su rutina y con Doña Prisa pegada siempre al culo, lo de detenerme a hacer revisiones para poner en valor el camino recorrido es algo que no me sucede. Pero hoy ha ocurrido. Un poquito. Y ha sido bonito.

Lo que muestro en las redes- evidentemente- son sólo retazos, pinceladas de una historia que llevo años construyendo. Mejor o peor. Con más o menos tino, pero desde hace unos años, con la intención bajo el brazo de aprender de lo que me ocurre. De saborear la hiel y la miel. De meterme de lleno en el cometido; en las encomiendas que la vida me pone. En pasar de pantalla lo mejor que pueda y, a poder ser, disfrutando.

Así que hoy me apetece dar las gracias. GRACIAS.

Gracias a la vida que me ha dado tanto, decías Mercedes Sosa. Pues eso. Lo primero a vida. En la que me cago de vez en cuando porque se pone estrecha y cuesta atravesarla; cuando nos da zascas para que nos pongamos en nuestro sitio o para que aprendamos. Sí, a veces no es fácil, pero es linda, jugona, divertida, estimulante a ratos.

Sí, lo primero a la vida.

Lo segundo, a todas y todos vosotros. A los que, de vez en cuando, me recordáis historias que había olvidado. A quienes camináis a mi lado, a los que os cruzáis de vez en cuando y dejáis poso. A los que me mimáis y me arrancáis una carcajada. Y también, porque no, a quienes me habéis hecho la vida un poco difícil. Aunque no sepa siempre por qué elegí cruzarme con vosotros, sí sé que ha sido para aprender algo. Así que gracias.

Y por último, como no, a mí misma: “muy bien guapa”.

Has llegado hasta aquí con más o menos magulladuras, heridas de guerra y resquemores. Te has caído mil y una veces (y lo que te rondaré morena), pero aquí estás, con muchas y bellas experiencias vividas.

Guardas en la retina miles de momentos irrepetibles y mágicos y cuando cierras los ojos algunos de ellos, vuelven a ti y puedes volver a saborearlos. Gracias por sorprenderme, a veces, y ser valiente.

Y que así siga siendo. Mientras el tic- tac del reloj siga sonando.