Las Doras

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Aparecieron de la noche a la mañana. Casi sin previo aviso (alguna se había mostrado alguna vez, pero nunca con tanta intensidad). Llegaron de repente y me pusieron patas arriba, descubriendo todo lo que había estado largos años ocultando al mundo, pero, sobre todo, a mí misma.

Yo las he bautizado como Las Doras, porque, aunque no todas, muchas comparten ese final…dora.

Os las presento: son controlaDORA, salvaDORA y dictaDORA. Hay más, pero éstas son las que últimamente me están dando la lata.

Este triunvirato interno tiene además una ubicación concreta en mi cuerpo. Estas tres doras se ubican en mi nuca, mi hombro izquierdo y mi hombro derecho respectivamente, creando una especie de triángulo; de mando teledirigido de mi vida que, por lo menos hasta hace poco, ha conseguido llevarme por derroteros un tanto tortuosos casi sin que me diese cuenta.

Es curioso, porque llevo años negándolas, pensándome de otra manera, creyéndome más libre, pero de pronto, y tras pasar por una mala época, las Doras han emergido de lo más profundo de mí a borbotones y ha sido imposible no verlas.

Lo mágico de este momento, que se me presenta como una oportunidad, es que ahora las oigo, las escucho gritar completamente desatadas, pero hay cierta distancia. Es decir, antes hacían lo mismo, pero yo pensaba que era yo y, simplemente, hacía lo que ellas decían. Me dejaba arrastrar.

Ahora no. Ahora las escucho gritar, dar órdenes, sugerir acciones, pero no es tan fácil que caiga en sus juegos. A veces lo hago, claro, uno no se reconcilia con sus Doras de la noche a la mañana, pero ya no es lo mismo. Existen otras posibilidad, hay más libertad de movimiento.

Aun así, todavía me sorprendo en ocasiones con el fusil en la mano y sin que haya trinchera, o ideando como mover los hilos de la situación, intentando que nada se me escape de las manos, o ambicionando salvar al mundo buscando que alguien lúcido se dé cuenta de la enorme bondad que hay en mí y me cuelgue la medallita de buena samaritana.

Es difícil, a ratos, pero no deja de ser curioso escuchar a mis partes ( que no dejan de serlo) y en ocasiones divertido ver cómo luchan, como dirigen y gritan, mandan, imploran, se desgañitan intentando conseguir que las cosas sean como ellas habían dibujado en mi mente.

Así que ahí estoy. Sintiendo como una gran multitud de mujeres que en definitiva me componen empiezan a dialogar entre ellas y a entenderse. Ahí está el reto. En eso, y en saber lo que necesita cada una de ellas para no volverme loca.

Y creo que he dado con otra clave importante: la alquimia. El arte de trasmutar cualquier metal (pesado en este caso) en oro.

Así que ha decidido que voy a negociar con mis DORAS y voy a invitarlas a que hagan algo mucho más útil para mí.

A mi controlaDORA le voy a pedir que sea mi organizaDORA. Sé que se le da bien eso de mantener las cosas en su sitio y seguro que es útil para mantener un orden en mí vida, pero eh! Sssh, Dora, con cariño, y sin intentar tener todo atado y bien atado, ¿vale? Vamos a ver si podemos confiar y dejar que las cosas fluyan.

A mi salvaDORA le espera algo delicioso, convertirse en sanaDORA. Otra Dora que ya está en mí (no se piensen que todas las DORAS son difíciles, muchas son facilitadoras). Le pediré que deje a la sanadora tomar poder y que, si tiene que salvar a alguien, quién mejor que yo misma.

Y a mí dictaDORA. Ay! La pequeña führer! Los quebraderos de cabeza que me has traído! A mi dictadora la voy a empapar en pan y azúcar. Le voy a enseñar que en ocasiones, la mano izquierda, es más útil que la sentencia.

(Que sepáis que mientras escribo esto, algo cambia, es el poder de nombrar las cosas, pura MAGIA)

Ya os contaré que tal van mis Doras…